LA AMBICION PUEDE VOLAR, PERO TAMBIÉN ARRASTRARSE

Arquímedes Román A

Ambición es la palabra que frecuentemente acompaña al término poder, y también tiene una connotación negativa. Hemos visto como el poder, especialmente el “relacional”, es asociado casi instintivamente con corrupción, con la maldad, con dominación, y la “ambición” parece la compañera inseparable del ascenso al poder de tiranos, bandidos, psicópatas, y corruptos, y por tanto recibe esa carga negativa. Así lo asentó Shakespeare en el siglo XVII en su obra Macbeth, cuando Lady Macbeth censura a su esposo por tener ambición, pero no maldad: «Tú quieres ser grande, y no te falta ambición, pero sí la maldad que debe acompañarla. Apeteces la gloria en la senda de la virtud. No quieres jugar sucio, aunque aceptes ganar mal».

El respetable diccionario de la Real Academia también nos dice que la ambición es “el deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riqueza, dignidades o fama”. Pero una segunda acepción del término, también según la RAE, nos explica que es una “cosa que se desea con vehemencia”. Esta segunda forma de entender el término está menos “cargada” y permite ver la ambición bajo una óptica menos extrema. Nos dice que la ambición puede también estar asociada al deseo de alcanzar otras cosas que no son necesariamente el poder, la riqueza, la gloria, o el honor.

Indudablemente, para alcanzar el poder, especialmente el “relacional”, los luchadores deben desearlo ferviente, apasionadamente, y esa ambición los impulsa, los mantiene en la muy dura lucha contra adversarios, competidores y toda suerte de dificultades. Si no se tiene esa ambición muy difícilmente alcanzarán esa meta. Se dice que Rómulo Betancourt explicaba, con todo el sentido común posible, que, para ser presidente, la primera condición era desearlo, es decir tener la ambición para ello. Un rasgo distintivo entre “luchadores “y “receptores”.

Evidentemente, según la historia nos lo dice, José María Vargas no tenía ninguna ambición por el poder y por eso al alcanzarlo se encontró en un ambiente extraño a su agrado, no se sentía a gusto con las contradicciones y enfrentamientos diarios típicos del poder político. De allí su reticencia para aceptar la Presidencia y luego sus dos renuncias al cargo. Vargas no sentía ambición por el poder. Diferente el caso de Betancourt, cuya ambición política le impulsó su lucha desde el lejano 1928 hasta 1945, cuando fue presidente de la Junta de Gobierno. Luego en 1959 fue presidente constitucional, y en todo ese tiempo le tocó defender con fuerza y valentía el poder alcanzado, y ante los múltiples ataques acuñó la frase “No renuncio ni me renuncian”, y este luchador dejó huella importante en la construcción de la Venezuela democrática. En la historia de Venezuela podemos encontrar extraordinarios ejemplos de personajes cuya ambición los llevó a logros inmensos. Sin duda que Bolívar encabezaría esa lista; dedicó toda su vida a una lucha orientada hacia la conquista de la independencia y a la construcción de la “Gran Colombia”. De no ser por esa noble ambición, no habría pasado a la historia y su estrella se habría apagado en la derrota del Puerto Cabello en 1812; hoy no lo recordaríamos. Mas recientemente, las carreras políticas de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez son testimonio de largas y duras luchas políticas, de triunfos y derrotas, de caídas y resurgimientos, que no cualquier persona pudiera soportar. Es la ambición, el deseo poderoso de lograr un objetivo, la clave para entender esas prolongadas luchas.

En cualquier parte, mirando con cuidado, encontremos interesantes ejemplos de personas “ambiciosas” que han logrado importantes metas. Uno de ellos es Donald Trump, cuya corpulenta ambición le llevó a superar grandísimos obstáculos, poderosos enemigos y la antipatía manifiesta de muchísima gente. Pero, a pesar de todo eso, logró lo inimaginado, ser electo nuevamente presidente, después de haber perdido las anteriores elecciones y de sortear decenas de juicios por diferentes acusaciones. Parece que su inmensa ambición le hacía insensible, inmune, a todos los ataques y enemigos. Me parece que, en la historia de la Norteamérica de postguerra, solo es comparable, en ambición al tristemente célebre Richard Nixon, en este caso un político de gran talento, pero al igual que Trump, con gran ambición y pequeños valores éticos.

Sin duda que la ambición ha sido la fuerza que ha impulsado la construcción de naciones, imperios, empresas, organizaciones sin fines de lucro; que logrado el desarrollado de grandes obras de arte, realizado importantes descubrimientos científicos, o geográficos y muchos otros hitos de la humanidad. En general la ambición, el deseo, las ganas, por alcanzar metas que muchas personas se autoimponen, ha sido la energía que ha conseguido que exista gran parte de nuestro entorno físico, cultural, científico, artístico. Pareciera que sin ambición no hay logros.

Pero ¿qué es la ambición? Parece que detrás de la ambición está una necesidad, a veces básica como es la búsqueda de aceptación y posición social, de seguridad, de dinero. Otras veces son necesidades de mayor nivel como crecimiento, autorrealización, influencia, gloria. Puede también la ambición ser amamantada por factores externos, tales como recompensas, premios, o para satisfacer expectativas de la familia, o del entorno social. Pero no podemos olvidar que la ambición puede ser un valor social o cultural de una comunidad, una familia, una nación, donde se premie y reconozca la ambición como un valor positivo, mientras en otras comunidades se valore más la humildad, la sumisión, la resignación, la obediencia.

En conclusión, la ambición no es ni mala ni buena. Dependerá de los valores que enmarquen la lucha del “ambicioso” en la búsqueda de su objetivo.

«Bien sabido es que la ambición tanto puede volar como arrastrarse», escribió el filósofo británico Edmund Burke (1729-1797) y que expresa con exquisitez las dos facetas del concepto.

Este es un pequeño fragmento del Cap. II del borrador del libro “El Poder: Integridad y Corrupción”, en preparación. Puedes compartirlo si te parece valioso, y enviarme tus comentarios.
Arquímedes Román. aroman365@gmail.com

Foto : Edmund Burke / Wikipedia