Óscar Reyes Matute
El mundo dejó de ser lo que era con la invasión de Rusia a Ucrania.
Europa despertó de su sueño de confort y paz, y se dio cuenta de que ¡horror!, podía padecer guerras de una intensidad inimaginable desde la II Guerra Mundial.
Se crearon nuevos bloques y alianzas, nuevos países se sumaron a la OTAN, Alemania y Europa se dieron cuenta de que no podían confiar en Rusia, pese a que les vendía petróleo y gas a buen precio, y Putin se quedó colgado de la brocha. Una guerra que se supone iba a durar dos meses, lleva más de dos años, aunque se vislumbra que en unos pocos días, cuando asuma Donald Trump, va a haber un cese al fuego, un final inesperado, que será un alivio para Putin, que no sabe cómo terminar el costoso e inútil conflicto bélico.
Después del 7 de octubre de 2023, la guerra del medio oriente ha reconfigurado el mapa: Iran se tambalea, Hamas, Hezbollah y los Hutíes están al borde de la extinción, luego de -erróneamente- pensar que podían acabar con el Estado de Israel. Pónganse en la cola. Demasiados imperios han fracasado en ese mismo intento desde hace 3.000 años.
Cae Assad en Siria, Erdogan se erige como el protector de ese territorio, los nuevos jefes sirios le lanzan carantoñas a Israel, y todo apunta a que -en breve plazo- el medio oriente posiblemente será un bloque económico muy poderoso con base en sus recursos energéticos, aliados con Israel, con su tecnología y su capacidad financiera. ¿Quién tiembla ante esto? Europa, porque las economías de Inglaterra, Alemania y Francia están al borde del default. ¿Quienes resurgen? ¿China? Por inercia, su economía sigue funcionando, aunque su deseo de ser la primera potencia económica del mundo se pospone (otra vez). La burbuja inmobiliaria, el decrecimiento poblacional (ha sido superada por India como el país más poblado del planeta), así como el centralismo en sus decisiones, la corrupción en su ejército y su sistema político cerrado, dificultan que puedan alcanzar el dinamismo de una economía abierta como la del imperio que sigue comandando: Estados Unidos.
Y es que Estados Unidos tiene la virtud de que su democracia, con todos sus grumos, tiene 250 de experiencia, entre guerras, magnicidios, y alguna que otra depresión económica y caída de la bolsa. Además, el sistema yankee aprender rápidamente de sus errores, y corrige la nave en altamar, para tomar una imagen de Konrad Lorenzen.
Sí, USA ha girado a la derecha, y los próximos cuatro años van a ser un laboratorio de ideas y ensayos en economía y política liderados no sólo por el Presidente, sino por sus magnates, Elon Musk y sus compadres. Estados Unidos es el primer país que apuesta a que la carrera aeroespacial va a seguir siempre y cuando haya una alianza con el sector privado, es decir, que se privaticen el espacio y las cosmonaves. Es un negocio muy caro, y los presupuestos de los países, si le sumas la seguridad, la educación, la salud y los servicios, pues no alcanza para semejante apuesta. USA desbancó a la URSS cuando lanzó su programa La Guerra de las Galaxias, durante la presidencia de Reagan. Los soviéticos no aguantaron, su endeble economía terminó de derrumbarse, y enseguida se derrumbó el Muro de Berlín, con todo lo que vino después.
Ahora, la apuesta es privatizar los cohetes, la Inteligencia Artificial, la computación cuántica. ¿Pueden los Estados competir en esas áreas? ¿No van a ser más bien un estorbo? ¿O establecerán límites éticos, legales y políticos para que esas herramientas no se desborden y se vuelvan contra los logros sociales y de derechos humanos que tanto nos han costado? Lo que sí parece claro es que el sector público tiene severos límites en estos nuevos sectores, y que la iniciativa privada va a ser la segunda pata de la mesa que se está armando. De hecho, Elon Musk es una especie de factotum de Trump, y gente como él, ya abiertamente y no desde las sombras, van a seguir apareciendo y van a jugar a a política así de rudamente Pues todo esto es lo que hay que ver.
El proceso comenzó, estamos en pleno piélago. Nuestra nave hay que remendarla a diario. Mantente cerca. Aquí tenemos brea para calafatear, café para mantenernos despiertos, e ideas para navegar entre la borrasca.