Billo, un pionero visionario de la música
Por Luis Carlucho Martín
Aunque suene a lugar común, qué importante es estar en el sitio indicado en el momento indicado; y si a eso le sumas talento y tesón, se puede presentar la opción, no solo de ser pionero, sino el único en tu estilo.
Eso ocurrió con Luis María Frómeta, Billo (sin “s” al final), quien bajo los influjos de las emisoras cubanas que llegaban directo por ondas hertzianas a su San Francisco de Macorís natal, un día cambió sus estudios de medicina por la música. ¿Sabia decisión? ¿Quién sabe?
Lo cierto es que Billo entregó su vida a estimular multitudes para fomentar con su música el amor incondicional por la capital venezolana, a la postre, su terruño adoptivo.
Vayan estas líneas reeditadas en su memoria.
Nacido el 15 de noviembre de 1915, en República Dominicana y fallecido, a los 73 años, el 5 de mayo de 1988, en su amada Caracas, Venezuela.
El primero
Luis María figura en la historia por ser el músico dominicano-caraqueño que en 1938 participó en la primera película sonora del cine venezolano, Taboga, de Rafael Rivero y Antonio Plaza; aunque estuvo en otras tantas, incluso, en su nombre se rodaron varios cortos y documentales.
Además, estuvo entre los primeros en dirigir una orquesta venezolana en escenarios de los Estados Unidos. Eso fue en la temporada de abril de 1969, cuando el mundo aún vivía los coletazos del Mayo Francés y el movimiento hippie estaba en plena efervescencia. Venezuela asimilaba la muerte de su expresidente y literato Rómulo Gallegos, padre de Doña Bárbara.
En esa gira por Nueva York, la agrupación venezolana alternó con las orquestas de Tito Puente, primero, y Tito Rodríguez, luego. Un lujo primerizo.
Con todo su éxito, Billo también fue el primero en protagonizar adversidades, como el inexplicable veto al que lo sometió la Asociación Musical de Venezuela, codirigida por Aldemaro Romero a finales de los años 50; situación que se repitió en 1964 en Puerto Rico, lo que luego produjo una retaliación en contra de varios artistas boricuas.
La de Billo fue también la primera orquesta caraqueña que se registraba en el libro de récord Guinness, cuando a ritmo de “Baile en la calle” puso a mover el esqueleto, en las inmediaciones de la plaza España de Tenerife, a más de 240 mil almas, el 3 de mayo de 1987, casualmente un año antes de cambiar de plano.
Seguramente, como dicen los registros de la memoria comercial, lideró en preferencia popular los bailes de los años 40, 50, 60 y 70, cuando acaparó todas las audiencias, en un ambiente competido con otros grandes como Luis Alfonso Larráin, por ejemplo.
Fue el primero en dirigir, por supuesto sin saberlo, a la orquesta que le daría su despedida, ya que el 27 de abril de 1988, durante el ensayo de lo que sería su homenaje por 50 años de carrera artística, fue sorprendido por un derrame cerebral que le apagó la vitalidad ocho días después.
Por ello, tristemente, fue el pionero en llenar su propio velorio, al que acudió el pueblo en multitud, a ver cómo se desbordaba sobre su tumba “El último compás de Alma Llanera”.
Sus tres Repúblicas
Billo, como lo apodó su tía María (por el singular parecido con Billo, un vecino gruñón y de muy mal carácter), llega a Venezuela en 1937, porque se oponía al régimen totalitario del entonces presidente de República Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo, quien entre sus desmanes, no solo obligó a cambiar el nombre a la Santo Domingo Jazz Band por Ciudad Trujillo Jazz Band, sino que además uniformó con atuendos militares a los médicos en ejercicio, precisamente el rebusque que tenía Luis María en sus momentos libres, en los que colocaba inyecciones y aplicaba medicina primaria.
Es así como hace sus contactos para viajar a Venezuela, donde debuta con la Billo’s Happy Boys, nombre dado por los empresarios contratantes. El Roof Garden fue el escenario en el cual marcaba el inicio de lo que denominó la Primera República de Billo, desde ese 1938 hasta 1957, período en el que también destacó en radio, con sus programas “A gozar muchachos” y “Fiesta Fabulosa”, además de sus logros en el cine y la televisión.
De esos días son los cantantes Manolo Monterrey y Rafa Galindo, quienes se fueron de la orquesta cuando Billo, acusado por bigamia, hubo de purgar condena en la cárcel Modelo, desde donde siguió trabajando, creando notas, acordes, componiendo, pero la anarquía reinó en el grupo. Por ello, cuando el antillano-caraqueño obtuvo su libertad al pagar una fianza de 2000 bolívares, inició su segunda República con los músicos de la orquesta Casa Blanca (actual Hermandad Gallega), dirigida hasta entonces por Luis Alfonso Larráin, quien se fue a la Sociedad de Autores y compositores de Venezuela.
Dicen que por razones más personales que legales surge una confrontación con la Asociación Musical y Billo es vetado de por vida, hecho que le da origen a Los Melódicos, ya que Renato Capriles lo contrata para que le escriba los arreglos en calidad de socio fifty-fifty a su naciente grupo.
Al poco tiempo, Luis María, que quería hacer sus propias composiciones, por algunas conexiones logra contacto con Bebo Valdés en Cuba y se lleva a Víctor Piñero, motivo por el cual se distancia de su socio Capriles.
Allá hace crecer a cantantes venezolanos como Héctor Murga, Adela Castillo y otros. Un cambio en la directiva del gremio musical criollo le suspende el estricto veto. Retorna, y en 1960 inicia su Tercera República. Renace la Billo’s Caracas Boys, con la que hizo famosos a Felipe Pirela, Cheo García, José Luis Rodríguez, Memo Morales y al sempiterno Ely Méndez.
Agitada y exitosa fue la carrera del que nos hizo creer que en La esquina de Las Gradillas sale un muerto. Se ganó la preferencia de la audiencia rumbera caraqueña. Involucró a todas las clases sociales a ritmo de sus novedosos mosaicos, guarachas acubanadas y más tarde melodías colombianizadas según la demanda de los diversos mercados musicales, conquistados casi en su totalidad por este fenómeno. En todos los estilos Billo siempre le cantó a su amada Caracas.